PEQUITO EL AVENTURERO

Pequito el aventurero es mi ópera prima. Es una novela corta para niños que nos transporta a una realidad de la que intentamos rehuir. Pequito los llevará de la mano a su mundo fantástico y les enseñará que los sueños se pueden volver realidad y a pesar de las adversidades jamás debemos renunciar a ellos. El blog de Pequito, tiene además, otras historias,cuentos y dibujos para el goce de los niños y no tan niños.

Friday, October 20, 2006

CAP IV: PEQUITO Y EL AUTO PARLANCHÍN

(Este es el Capítulo IV de las aventuras de Pequito, espero que lo disfruten)
Cuando terminó de vender todos lo caramelos chiclosos, Pequito se apresuró para tomar el bus que lo llevaría a casa; este bus recorría un largo trayecto para llegar a su destino. El problema era que pasaba hasta cierta hora. Tenía que apurar la marcha para llegar al paradero.
La noche era más densa, Pequito sabia que la única manera de llegar a tiempo al paradero era por un callejón de dos cuadras. Rápidamente, entró por allí sin percatarse del peligro que este lugar representaba. A medida que iba corriendo por el callejón solitario, las monedas hacían eco con cada paso que daba. Preocupado porque alguien lo escuche en la oscuridad, trataba de pensar en ese sueño maravilloso que lo hacía olvidar de su preocupación y las palabras del gran Ronaldo lo hacían meditar ante tal revelación: ¡Tú eres un muchacho especial!

Fue en ese momento que una sombra apareció de repente. El corazón de Pequito, palpitaba a mil por hora, entonces, se detuvo para girar en su sitio y regresar por el mismo lugar por donde entró.
-¡HEY! ¡TÚ! Le gritaron en la penumbra del callejón. A Pequito no le interesaba nada de lo que oía, las monedas chocaban entre sí desatándose aún más el espantoso ruido en la angosta oscuridad. Cuando estaba apunto de salir del lugar, Pequito volteó para ver si esa persona lo iba siguiendo, cuando estrelló su frente contra un muro, haciéndolo caer estrepitosamente al suelo. Cuando quiso reaccionar, sus pies estaban suspendidos en el aire, no era un muro con lo que había tropezado, había chocado con una persona corpulenta que lo tenía sujeto del cuello del chaleco.
-¡Bájalo ya, Ñañón! Escuchaba las palabras de una persona que se acercaba a la carrera.
-¡No le hagas daño! ¡Es sólo un chiquillo!
-¡Pero Calavera! ¡Hay que tener cuidado con estos mocosos, a la primera distracción, te pueden traicionar y hasta matar!
-¿Matar? ¿Te has vuelto loco? ¿Es sólo un mocoso? ¡Ya bájalo y déjate de cosas!
Ñañón miraba a Pequito con rabia.
-¿Cómo es posible que diga que “él” lo podía matar? Pensaba Pequito.
Ñañón lo bajó lentamente pero sin quitarle la mirada de encima.
Calavera le preguntó:
-¿No te parece que es tarde para andar por estos callejones solitarios?
-¿Acaso no pensaste que te podías encontrar con gente como nosotros?
“¡Claro que pensé! ¿Acaso creen que soy tonto?” Decía Pequito por dentro.
-¡No señor! ¡Se me hacía tarde y este es el único camino corto para llegar al paradero! ¡Pero si me dejan ir llegaré a alcanzar el último bus! ¡Vivo lejísimos! ¡Por favor!
Calavera, sonriendo, lo observaba de arriba abajo cuando se percató del bolsito artesanal:
-¡Esas monedas! ¿Las guardas allí?
-¿Cuáles monedas? Dijo Pequito.
Ñañón, impaciente lo levantó con una sola mano del cuello del polo.
-¡No te hagas el vivo con nosotros, mocoso! ¡Acabamos de escapar de un asalto y estamos hambrientos!
Calavera le increpó a Ñañón:
-¡Cállate! ¡Qué te pasa!
-¿Quieres que toda Lima se entere de nuestro fallido robo?
-¡Mira, Chiquillo! Le dijo calavera.
-¡Danos lo que tienes en el bolso y te dejaremos libre!
-¿Libre? Le dijo Ñañón. ¡El mocoso sabe de nosotros, tenemos que eliminarlo!
Calavera se quedó callado, como dándose cuenta de que Pequito sería un inconveniente si la policía lo interroga.
-¡Suéltalo! Le dijo Calavera a Ñañón. Nuevamente Pequito fue dejado en el piso.
-¡Dame lo que tienes en el bolso y te dejaremos libre!
-¡Pero Calavera! Le recriminó Ñañón.
Pequito, sacándose el bolsito, se lo dio a Calavera.
-¡Gracias mocoso! ¡Nos salvaste el día! -Pero ya nos viste y no queremos que ningún policía sepa quienes somos- ¡Lo siento!
Ñañón le tapó la boca, sacó un filoso cuchillo y Pequito sintió que se desvanecía. Vio a su madre, sus hermanos, su amigo el chanchito y escuchaba las palabras de Ronaldo que decía: “Tú tienes algo que otros chicos no tienen”.
Fue en ese momento que el callejón se iluminó con una luz cegadora. Los ladrones se asustaron. Ñañón soltó a Pequito y este le arrebató su bolsito a Calavera corriendo rápidamente como una saeta hacia la luz. Los ladrones, al reaccionar, corrieron tras él. Pequito escuchaba los gritos de lo ladrones:
-¡Quédate allí! ¡Nos vamos a vengar, mocoso del demonio!
Pequito se acercaba a la luz. Era un auto que tenía las luces encendidas. Una voz del vehículo le llamó la atención:
-¡Sube rápido! ¡Ya te están alcanzando! El auto abrió la puerta trasera y Pequito se introdujo en él. La puerta automáticamente se cerró.
El auto empezó a retroceder velozmente. Calavera, el más ágil de los dos ladrones, trepó en la parte delantera del auto que daba tumbos mientras retrocedía. Trataba de ubicar a Pequito, cuando se percató que en el lado del conductor no había absolutamente nadie. El ladrón, asustado, saltó del vehículo golpeándose con las bolsas de basura.
A Pequito le costó mucho incorporarse, mirando a través de las lunas traseras del coche, veía a Calavera levantarse ayudado por su compinche.
-¡Gracias! Le dijo Pequito al chofer, y fue entones cuando vio que el timón se movía solo y no había nadie sentado. De un salto, Pequito se ubicó en el asiento del conductor y agarró el timón con temor, ya que jamás había conducido un auto. Una voz interior le dijo:
-¡No te preocupes! ¡Descansa tranquilo! Pequito no podía salir de su asombro.
-¿Qué sucede? ¡Quiero bajar! Asustado, insistía -¡Déjame bajar! ¡Ya no quiero estar aquí!
Sin embargo, la voz del auto le animaba a que se calme.
-¡No te voy a hacer daño! ¡Déjame que te lleve a casa, ya es tarde! Además ¿no te gustaría volver a encontrarte con esos tipos que estuvieron a punto de cortarte el pescuezo, no? ¿O sí?
Pequito se tranquilizó, por supuesto que no quería toparse con esos tipos nunca más.
-Eso sí –le dijo el auto- Colócate el cinturón de seguridad.
¿Era otro sueño maravilloso o era cierto que el auto le estaba hablando?
-¿Dónde vives? ¡No te preocupes que yo te llevo a tu casa!
Pequito no sabía que responderle.
-¿Por qué hablas? Preguntó asombrado.
-¡Porque soy un auto parlanchín!
-¿Hay una persona manejándote? ¿A control remoto, tal vez?
-¿Persona? ¡NOOO! ...Simplemente que estuve allí para socorrerte. ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡Cuidado señora!
-Pero... ¿Cómo es posible?
-¡Porque tú me lo pediste!
-¿Te lo pedí?
-¡Claro, cuando estabas con esos ladrones, deseaste que alguien te viniera a rescatar y allí fue cuando viste las luces cegadoras! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¿Señor, en el colegio no le enseñaron que no se cruza en luz roja?
-Pero... ¡No entiendo! ¿Alguien te envió?
-¡Claro! Fuiste tú.
-¡No me entiendes! Le dijo Pequito, pasmado por el timón moviéndose solo.
-¡Me refiero a que si “Otra” Persona te envió!
El auto parlanchín seguía sin entender
-¡Aún no me has dicho dónde vives! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡Niño, se cruza en las esquinas!
Pequito, rendido ante las preguntas sin contestar, al fin le dijo:
-Vivo en Ciudad San Juan.
-¡No hay problema! ¡Conozco ese lugar!
El auto parlanchín aceleró y con gran destreza evadió los autos. Las curvas eran su especialidad, eso sí, sin rebasar la velocidad permitida.
-¿Te gusta la música?
-¡¿Ah?! ¡Bueno!
El sonoro ruido de unas guitarras eléctricas casi le perfora los tímpanos
-¡HEY! ¡MUY FUERTE!
-¿Acaso no te gusta el Rock?
-¡Si le bajaras el volumen podría apreciar la música!
-¡Lo que pasa es que el Rock se escucha altísimo!
Lentamente el volumen fue disminuyendo.
-¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIIIIIIP! ¡Señor, su auto no tiene luces! ¡Las personas son muy irresponsables, no saben que la seguridad es lo primero!
- ¡La gente de la capital siempre anda apurada! ¡Pero eso no quiere decir que se tengan que descuidar cuando van por la ciudad! Pequito se sentía algo tonto hablándole a un auto. Miraba por todos lados para averiguar de donde procedía la voz.
-¡Seguro prefieres otra música! Le insistía el auto.
-Disculpa, es que estoy confundido y cansado, ha sido un día muy raro para mí.
-¡A lo mejor la música clásica! ¿Has escuchado a Beethoven?
-¡Tú no me escuchas! Insistía Pequito.
-¡Esta sí que te va a gustar!
Las suaves melodías empezaron a salir de los parlantes del auto, y Pequito, que empezaba a agitar lentamente su cabeza, se dejó vencer por la música y recostándose en el asiento del copiloto, se quedó profundamente dormido.

Cuando despertó, el auto ya no estaba allí, sólo la cama que compartía con sus hermanos, el bolsito artesanal colgado a un lado, con su ropa doblada en la silla.
-¿Mamá? ¿Estás despierta?
-¡Si hijo, que sucede!
-¿Todo está bien?
-¡Si, mi amor, duérmete!
-Ya mamá...

Pequito poco a poco, escuchaba la suave música clásica que adormecía sus sentidos deslizándolo por la carretera junto a su nuevo amigo, quedándose nuevamente dormido.

1 Comments:

  • At 9:40 AM , Blogger Martín Vargas said...

    A ver tío, pues acabo de leer este capítulo y lo primero es que terminé de leerlo y eso dice mucho sobre la agilidad del texto, y más aún si es para infantes. Lo segundo, bacan por los diálogos (que dejan valores regados por el texto), pero entiendo que hay dos o tres frases recurrentes y a veces se repite en demasia algunas palabras. salvo esto, el texto, el capítulo, me parece telegénico y altamente pedagógico. una pena que en la tele no pongan este tipo de historias no pequito?

     

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